de Claudia Sánchez
Mi sepulcro a perpetuidad, donde me has eternizado en el escarnio, engalana hoy estas paredes. De nada sirvió que trataras de enmendar tu desatino recreándome con este vestido insignificante. Debiste haber quemado tu primera obra para poder redimirte. Por eso tu alma, igual que la mía, está condenada a vagar por los pasillos solemnes de este museo, rogando que el fuego, en cualquier momento, logre finalmente liberarnos.