jueves, 24 de septiembre de 2009

LA HIGUERA

de Claudia Sánchez

Apenas había acabado su plato de fideos de los almuerzos domingueros cuando tuvo una sensación rara.Pidió permiso y se levantó de la mesa. Mientras se iba para el fondo, repasó mentalmente todo. Se levantó como siempre, desayunó, se vistió y al rato pasó a buscarla el tío con los primos para ir a dar una vuelta a alguna plaza.Nunca iban al mismo lugar. Ese domingo fueron a otro parque abandonado. Siempre jugaban al doctor. Siempre había un lugar lo bastante oculto como para hacer de consultorio privado. Y a ella siempre le tenían que poner una inyección en la cola para que se curara. No le gustaba jugar al doctor. No le gustaba tener que bajarse la bombacha siempre. Pero todos pasaban por el consultorio, aunque con ella siempre tardaba más. Menos mal que las inyecciones no dolían -iba pensando- y algunas veces, hasta se iban todos a una calesita después.Pero esta vez se sentía incómoda.Llegó al fondo y detrás de la higuera se bajó la bombacha. Estaba mojada, como de un líquido blanco, pegajoso. Sintió miedo. No podía ser bueno eso… por algo le prohibía contárselo a nadie, a riesgo de que le cortaran la cabeza. Tenía que callarse, como siempre. Pero ahora tenía miedo, lo sentía en el estómago.Se arrodilló junto a la higuera y comenzó a rezar: Padre nuestro que estás en el cielo…

1 comentario:

  1. Lamentablemente suele ocurrir esos juegos de niños son los primeros pasos para que se desencadenen otros no tan inocentes y puros,algunos de estos acontecimientos han dejados improntas indelebles,marcas horripilantes en la conciencia y traumas que todavía causan amarguras

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